Esta es la cantidad de entrenamiento que puede cambiar una vida, incluso después de una lesión cerebral
El ejercicio físico adaptado mejora la autonomía, el ánimo y la inclusión de personas con daño neurológico.
Tras un ictus, una caída o el diagnóstico de una enfermedad neurodegenerativa, muchas personas sienten que su vida se detiene. Sin embargo, cada vez más estudios y experiencias de pacientes demuestran que el entrenamiento físico adaptado puede funcionar como un motor silencioso de recuperación. Así lo refleja el trabajo de la Fundación Segunda Parte, una organización española que promueve la salud integral a través del deporte entre personas con secuelas neurológicas.
El punto de partida no es sencillo: se estima que el 70% de quienes sufren un daño cerebral no vuelve a insertarse laboralmente y que el 40% atraviesa cuadros depresivos. A esto se suma la carga económica y social que representa la discapacidad. Frente a ese panorama, la práctica sistemática de actividad física aparece como una herramienta accesible, progresiva y transformadora.
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“Muchos llegan sin motivación o creyendo que ya no pueden hacer nada”, explica Marta Pérez, presidenta de la fundación. “Pero cuando comienzan un plan de entrenamiento funcional que respeta sus tiempos y capacidades, todo cambia. Recuperan fuerza, autonomía, y sobre todo, ganas”. Ella y su equipo han publicado múltiples artículos científicos que avalan los resultados positivos de esta intervención.
Olimpiadas con otro sentido
Más de 200 personas con distintas condiciones participaron recientemente en las Olimpiadas Amistosas que organiza la fundación. Allí, en lugar de buscar marcas o competir por podios, se celebra cada gesto de superación. El programa incluyó desde boccia y pádel hasta carreras de orientación y basket-pool, todo adaptado a las características físicas y cognitivas de cada deportista.

La actividad física no se mide en tiempos ni distancias, sino en su impacto concreto: abrir una puerta sin ayuda, levantar un vaso, caminar unos metros más que la semana pasada. “Cuando hablamos de entrenamiento, no nos referimos a un deporte convencional, sino a ejercicios con sentido para la vida cotidiana”, explica Pérez. Esa visión humaniza el concepto de salud y lo acerca a quien más lo necesita.
Entre las propuestas más celebradas están los ejercicios en pareja, que permiten trabajar el equilibrio, la coordinación y la confianza con otros. Y aunque muchas personas usan silla de ruedas o tienen limitaciones importantes, encuentran en estas prácticas una manera de reconectar con su cuerpo, sus emociones y su entorno.
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De pacientes a protagonistas
La clave, según el equipo de profesionales, está en que cada persona recupere el rol activo. No son “pacientes” pasivos, sino protagonistas de su recuperación. Desde esa mirada, el entrenamiento pasa a ser una herramienta de empoderamiento, y la salud, un proceso que se construye día a día.
El objetivo final no es curar, sino mejorar la calidad de vida. Y en ese camino, el deporte actúa como puente hacia una rutina más plena y una integración real. La Fundación Segunda Parte ya trabaja con centros de rehabilitación en distintas provincias, y planea extender su modelo a otros países. Porque, como afirman ellos, cada cuerpo puede volver a moverse, y cada historia merece una segunda parte.
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