Entrenar sin desayunar: ¿moda peligrosa o hábito que mejora la salud?
Cada vez más personas eligen el ayuno como parte de su rutina de entrenamiento. ¿Es realmente eficaz?
El entrenamiento en ayunas, es decir, ejercitarse sin haber comido previamente, se ha vuelto una práctica habitual entre quienes buscan perder grasa o mejorar su rendimiento físico. Aunque los beneficios parecen promisorios, los especialistas en salud advierten que no es una estrategia adecuada para todos y que puede traer efectos adversos si no se adapta a cada cuerpo.
La idea principal detrás de este método es simple: al no haber ingerido alimentos, el cuerpo se ve obligado a utilizar las reservas de grasa como fuente de energía. Esto podría potenciar la oxidación de lípidos y facilitar la pérdida de peso. Sin embargo, el impacto real varía según la condición física, la dieta habitual y los objetivos de cada persona.
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¿Qué dice la ciencia sobre este tipo de ejercicio?
Distintas investigaciones coinciden en que el entrenamiento en ayunas puede ayudar a mejorar la flexibilidad metabólica, es decir, la capacidad del organismo para alternar entre la quema de grasas y glucosa. Esta habilidad es clave para mantener una buena salud metabólica y prevenir enfermedades como la resistencia a la insulina.
Un estudio de la Universidad de Cambridge encontró que moverse en estado de ayuno activa mecanismos evolutivos que mejoran la concentración y la eficiencia del organismo para utilizar su energía. En consecuencia, algunas personas reportan mayor claridad mental y menor apetito tras ejercitarse sin comer.

No todo lo que brilla es oro
Pero no todo son ventajas. Practicar entrenamiento intenso en ayunas puede aumentar los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y generar fatiga más rápidamente. Además, al tener bajos niveles de glucógeno —la forma en que el cuerpo almacena carbohidratos—, el rendimiento puede disminuir considerablemente, afectando la calidad del ejercicio.
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En términos de salud, también hay riesgos importantes: quienes padecen diabetes, hipoglucemia o hipertensión deberían evitar esta práctica si no cuentan con supervisión médica, ya que puede provocar descompensaciones o bajones de azúcar peligrosos.
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