No son los abdominales: el verdadero secreto para un cuerpo fuerte comienza en el centro
Una zona clave para ganar estabilidad y prevenir lesiones.
El centro del cuerpo, conocido como “core”, es mucho más que una cuestión estética. Su activación diaria puede marcar la diferencia entre un cuerpo frágil y uno resistente. No solo mejora el rendimiento físico, también ayuda a evitar dolores crónicos y a moverse con mayor libertad. El desafío está en entender que su cuidado implica compromiso con el entrenamiento y enfoque en la salud.
Este grupo muscular, que incluye desde el abdomen hasta la parte baja de la espalda, actúa como un corset natural. Pero no se trata de hacer abdominales sin parar. Los especialistas coinciden: ejercicios de estabilidad como la plancha son más efectivos para lograr fuerza real y duradera. Entrenar el core adecuadamente requiere técnica, constancia y una rutina funcional.
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El error común de pensar que solo el abdomen importa
Muchos piensan en el abdomen plano como sinónimo de un core fuerte, pero esto no es del todo cierto. Los músculos profundos, como el transverso abdominal y el suelo pélvico, son esenciales para mantener una columna estable. Sin un núcleo sólido, cualquier otro entrenamiento queda incompleto y puede incluso generar lesiones.
El core también interviene en movimientos tan cotidianos como levantar una caja o agacharse. Por eso, fortalecerlo debe formar parte de cualquier plan de salud integral. Las planchas, tanto frontales como laterales, ofrecen un ejercicio simple, sin equipamiento, pero de alto impacto funcional.

Sumar a la rutina variantes dinámicas como levantar una pierna o tocarse los hombros en plancha ayuda a activar diferentes zonas del cuerpo. Además, estos movimientos contribuyen al equilibrio y a la coordinación, esenciales tanto para deportistas como para personas que buscan mejorar su calidad de vida.
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El fortalecimiento del core no debería ser una moda, sino un componente constante de todo programa de entrenamiento. Invertir tiempo en esta zona es invertir en la propia salud: mejor postura, menos dolor y más energía para encarar cada día. Al final, el verdadero cambio no solo se ve en el espejo, sino que se siente en cada movimiento.
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